Zona Metropolitana

Caminada Popular del Tres Turons.

La Plaaforma d’ Habitatges Afectats dels Tres Turons, convoquen per aquest diumenge 1 de decembre, la 1 Caminada Popular,
la cita es a les 10:30h a la porta del Parc del a Creueta del Coll. Adjuntem cartell i diptic

Per contactar: afectats3Tutons#gmail.com
twiter: @Dignitat3Turons
facebook: Plaaforma d’ Habitatges Afectats dels Tres Turons

Sense més, ens veiem el diumenge.

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La verdadera Barcelona en llamas.

https://ellokal.org/la-verdadera-barcelona-en-llamas/
por Ruymán Rodríguez (FAGC)

Se han escrito, pensado y dicho tantas mentiras sobre los disturbios de Barcelona, que si llegaran a materializarse podrían verse desde el espacio con mucha más facilidad que la Gran Muralla China.

No me cuesta suponer que muchos de los que reproducen esas mentiras o bien no han pisado Catalunya desde que el lunes 14 de octubre se hacía pública la sentencia del procés y empezaban las movilizaciones o, si la han pisado, no se han enterado de nada. Pero estoy convencido de que los autoproclamados “profesionales de la información”, que sí la han pisado, que sí se han enterado de todo y que aún así intoxican deliberadamente, lo hacen respondiendo a los mandatos directos del poder y a una bien definida estrategia propagandística. Lo lamentable es descubrir que gran parte de la izquierda politizada, con sus columnas de opinión, comunicados, colectivos, sedes y asambleas, parecen estar analizando la realidad a través de dicha propaganda mediática.

La realidad de esta última reedición de La Rosa de Foc tiene muy poco que ver con lo que nos han contado o mostrado. Por un lado, uno esperaría al llegar a Barcelona encontrarse con una ciudad colapsada, con la “gente de orden” metida en su casa y la vida urbana completamente paralizada. La realidad, por el contrario, es que la gran mayoría de habitantes sigue con sus rutinas y hábitos callejeros normales. Esto no quiere decir, necesariamente, que no les interese lo que está pasando en su ciudad, ni que sean ajenos al conflicto. Al contrario, es el tema de conversación constante y es imposible saber si el vecino que apura un vermú en una terraza no está haciendo tiempo para sumarse a una movilización esa misma tarde. De hecho, es raro ver a alguien alarmarse por oír un pelotazo de goma a lo lejos o por ver a manifestantes corriendo por las calles. No sabría decir si es una cuestión de desconexión entre ambas realidades o de costumbre, de haberse habituado a lo inhabitual.

Pero la gran mentira sobre las llamas de Barcelona va mucho más lejos, o al menos más a las vísceras. ¿Comandos internacionales bien organizados y bien financiados detrás de los disturbios? ¿Un movimiento exclusivamente nacionalista motivado por aspiraciones supremacistas? La realidad de las barricadas y de la calle no tiene nada que ver con eso.

En primer lugar, la media de edad de quienes están protagonizando las protestas es llamativamente baja. Son jóvenes que a menudo no superan los 18 años. En las calles de Barcelona no es raro encontrar a chicas y chicos de 15 o 16 años llevando la iniciativa en las manifestaciones y en los enfrentamientos con la policía. La gran mayoría ha nacido en el siglo XXI, y nada tienen que ver con “revolucionarios profesionales”, “antisistemas de origen europeo” y demás mitos que los medios han hecho circular estos días. De hecho, ojalá hubiera más grupos organizados metidos en el conflicto. Porque hoy por hoy casi todo el peso de la lucha, también a nivel represivo, está recayendo sobre unos jóvenes que pueden parecer “expertos” de cara al exterior, pero que realmente no tienen más armas que la voluntad, el entusiasmo, el ensayo/error, el adiestramiento del día a día, la improvisación, la información boca-oreja y mucha rabia acumulada. Los tutoriales de Internet, el aprendizaje sobre el terreno y puede que un breve consejo de algún veterano aislado, están haciendo más por mantenerlos seguros y a salvo que ninguno de esos fantasmagóricos grupos bien financiados (aún nadie me ha contestado a cuánto se paga el contenedor en llamas) con los que todavía nadie se ha encontrado. La espontaneidad está marcando gran parte de la lucha y también muchas de las acciones concretas, con todo lo positivo, pero también peligroso, que tiene esto.

Por otra parte, ¿qué es lo que mueve a esta juventud a tomar las calles? Sería excesivamente simplista y caricaturizador reducirlo todo al nacionalismo catalán. Sí, ciertamente ese factor está muy presente y se deja notar, desde las banderas a las consignas. Sin embargo, sólo un análisis de brocha gorda podría defender que el patriotismo es lo que mantiene al 100% de los manifestantes en pie de guerra. La realidad es mucho más compleja y tiene que ver bastante con las fisuras en la narrativa del Estado.

Durante décadas a varias generaciones (los que nacimos entre 1978 y la primera década del 2000) se nos ha dicho, y a veces convencido, de que en democracia podía defenderse cualquier idea, incluso la independencia, siempre y cuando fuera de forma pacífica. Este era el caballito de batalla contra la izquierda abertzale en los años más duros de ETA. El mantra ha seguido repitiéndose hasta nuestros días. Las censuras y detenciones arbitrarias por delitos de opinión podían ir fisurando el relato, pero en casi todas partes y ambientes ha seguido incuestionable. El 1 de octubre de 2017 se abrió una importante grieta con la brutal represión policial que sufrió Catalunya el día del famoso referéndum. Pero fue el pasado lunes 14 de octubre cuando la música dejó de sonar, el telón cayó y la máscara se rompió. Miembros de la alta burguesía, cargos públicos, de partidos y asociaciones, gente con miles de votantes y seguidores a sus espaldas, personas que siempre han ejercido de bomberos ante procesos callejeros que no pueden controlar, pacifistas ad nauseam, eran condenados por el Tribunal Supremo a penas de cárcel de entre 13 y 9 años por defender la independencia. Esta sentencia provocaba dos conclusiones muy claras: primera, el soniquete de que “todo vale en democracia mientras no se use la violencia” había caído al suelo hecho añicos y se llegaba a la deducción de que si te podían caer varios años de cárcel por no hacer nada, mejor que te cayeran por “hacer algo”; segunda, si el Estado español podía hacer eso con los “próceres” del catalanismo, ¿que no podría hacer con el resto? Hay veces que la sensación de amenaza, de un terror que se abalanza sobre nosotros, nos lleva a recluirnos; otras, a enseñar los dientes. Es en esto último en lo que está la juventud catalana.

Muchos de estos jóvenes acompañaron a sus padres a votar el famoso 1-O, y los vieron sangrar, con las manos en alto, mientras la policía los apaleaba impunemente. El relato pacifista de sus mayores se había disuelto y ya no había forma de recomponerlo. Los pasos dados por el Estado español y su aparato policial-judicial han tenido mucho que ver, por tanto, con esta inversión de la corriente. Dinámica de la que tampoco escapan la Generalitat y los partidos independentistas, de derecha a izquierda. El fenómeno de la “independencia en diferido”, los paripés y proclamaciones simbólicas que evidenciaban más miedo a un pueblo catalán sin riendas que al propio Estado español, han hecho que el manifestante actual, incluso el independentista, sienta cada vez mayor aversión por unas instituciones y unos partidos cuyo prestigio se deteriora a pasos agigantados.

Sin embargo, ni siquiera esto abarca todas las motivaciones. En las manifestaciones hay también muchos jóvenes sin futuro, sin empleo, migrantes, cabreados por una Barcelona cada vez más inhabitable, concebida para ser consumida y no vivida. Jóvenes que antes de la sentencia ya estaban hartos de que los mossos les registraran y detuvieran por su color de piel. Jóvenes con empleos precarios que se lamentaban por tener que abandonar una manifestación o un corte de carretera porque tenían que entrar a trabajar en una feina de merda. Cuantos más de estos jóvenes se sumen al conflicto más se incidirá y profundizará en los aspectos sociales del mismo.

La actuación de la policía, tanto la nacional como los mossos, está deliberadamente forzando la radicalización de la situación. Más allá de lo visto en redes sociales (pelotazos de goma directamente al cuerpo, atropello de manifestantes, palizas a ancianos, pisar a detenidos en el suelo, porrazos en la nuca, detenciones arbitrarias, cargas indiscriminadas, persecuciones mientras lanzan carcajadas de psicópata por el megáfono de un coche patrulla, 4 personas tuertas por los citados pelotazos de FOAM), he podido comprobar personalmente la provocación sistemática empleada como táctica policial: he visto a mossos haciéndome directamente una peineta mientras pasaba a su lado; les he escuchado mandar a la gente “a tomar por culo con su jodida república”, en perfecto castellano, intentado marcar las sílabas, tanto como fuera posible, para intentar que un idioma se convierta, de por sí, en un insulto; les he visto abrir una barrera policial, con 100 metros de tierra de nadie a sus espaldas, en pleno prime time televisivo, para permitir que un “agente provocador” lanzara a la masa concentrada gritos de “¡arriba España!”, en un burdo intento de propiciar una agresión colectiva que justificara la carga de los antidisturbios. Todo esto, desde luego, no es casual y debe responder a una estrategia bien pensada. No obstante, es imposible mantener permanentemente la táctica de la tensión. Es verdad que a veces la cuerda cede, pero también es cierto que a veces se rompe con una sacudida violenta. Las consecuencias, entonces, no pueden preverse.

El conflicto, en síntesis, tiene algunos aspectos que desde el punto de vista subversivo (lo siento, pero no tengo otro) marca un antes y un después: la ruptura emocional de la gran mayoría de los manifestantes con el Estado español es prácticamente absoluta; aunque el divorcio con las instituciones y partidos catalanes, y con sus plataformas sociales, aún no es completo, entre los jóvenes crece el descontento y se dan los primeros síntomas de separación; el mito de la nostra policia, reforzado especialmente tras los atentados de las Ramblas del 17 de agosto (2017) y del 1-O, se resquebraja la primera semana de protestas después de todo lo relatado; la línea roja marcada por el pacifismo empieza a desdibujarse y la censura de acciones hipócritamente consideradas “violentas” se considera fuera de contexto en círculos cada vez más amplios (es complicado considerar violento la quema de un contenedor1 cuando cada día de movilización arroja uno o dos manifestantes mutilados).

A pesar de que estos disturbios suponen un punto y aparte (aún es pronto para valorar su magnitud en nuestra historia contemporánea, pero ya podemos confirmar que ha roto ciertas barreras que por ejemplo nunca tocó el Movimiento 15-M), sería absurdo caer en idealizaciones. Por un lado supondría una exageración afirmar que detrás de todos los manifestantes hay una pulsión política o reivindicativa. Hay también un factor lúdico, de ocio, que, sin ser mayoritario, no es irreal. En ocasiones ese factor no está reñido con la solidaridad y el compromiso en la lucha callejera y, aunque parezca paradójico, estos elementos pueden llegar a compenetrarse de forma bastante natural. Sin embargo, la imagen de jóvenes con vasos de alcohol en la mano, haciéndose un selfie con sus parejas y amigos delante de una barricada en llamas, reduciendo los disturbios a un momento más de una noche de fiesta, no es sólo propaganda. Pero este es un fenómeno que guarda más relación con nuestro modelo social que con este conflicto concreto, de hecho, en una ciudad tan turistificada como Barcelona, he llegado a ver a familias de turistas asiáticos haciéndose fotos delante de contenedores volcados.

Otro elemento desconcertante es la aparente falta de un objetivo o plan concreto. Debe de haberlo, pero casi nadie parece conocerlo. Una pregunta común, en los cortes de carreteras, las manifestaciones y los propios disturbios era: “¿y ahora qué?”. Muchos eventos acaban convirtiéndose en un deambular sin rumbo fijo, ante la ausencia de una finalidad definida. De hecho a veces pensaba, seguro que ingenuamente, que el primer sujeto o colectivo que expusiera un programa estratégico con puntos asumibles se llevaría el gato al agua. Esta dinámica me hacía darle vueltas a dos cuestiones: primera, la necesidad, ya mencionada, de una hoja de ruta ajena a las instituciones y a las organizaciones que éstas manejan; segunda, preguntarme dónde estaban “los míos”, las organizaciones y colectivos anarquistas.

Seguramente deben de haber muchas individualidades desparramadas en cada movilización, pero eché en falta la presencia coordinada de los grupos libertarios. Los compañeros anarquistas con los que traté me explicaron que esto era muy difícil dada la configuración atomizada del movimiento anarquista de la ciudad. Aún así me extrañó que, ante acontecimientos de tanto calado social y político, no surgiera un rudimentario acuerdo de mínimos. Ojalá las mentiras de la prensa, sobre el fuerte peso de los anarquistas en las protestas, se aproximaran a la verdad.

Si algo nos enseñó el 15-M es que los movimientos políticos siempre rinden cuentas ante la historia. El 15-M no fue un movimiento revolucionario y estuvo muy lejos, como el actual movimiento catalán, de ser perfecto y estar exento de contradicciones (para eso habrá que esperar al Paraíso revolucionario). Sin embargo, allá donde los anarquistas participaron las ideas libertarias bien definidas confluyeron con las intuitivas, el movimiento anarquista creció o se fortaleció (ejemplo es la FAGC en Gran Canaria) y pudo dejar su impronta en los acontecimientos. Donde el anarquismo se inhibió, si no tenía de por sí demasiada vida autónoma previa, acabó siendo representado como un conjunto de inútiles cascarrabias únicamente interesados en perorar y en poner palos en la rueda del movimiento. Proyectarse, no como un movimiento de lucha social, sino como un grupúsculo puramente dialéctico, no puede hacerse sin pagar un precio histórico y social muy elevado.

Aquellos anarquistas, y miembros de la llamada izquierda en general, que hoy cargan contra la juventud catalana están cometiendo el mismo error que ya cometieron con el 15-M. Toda la vida hablando de tomar las calles y las plazas, de despertar y levantarse, de barricadas y disturbios, y cuando esto pasa les pilla con los pantalones bajados porque no ha habido una mínima preparación, ni siquiera una mínima convicción, de que se pudiera pasar de los discursos y las teorías abstractas a la realidad práctica. Cogidos por sorpresa, y sin mucho interés en moverse demasiado (ni a nivel de replanteamientos ideológicos ni de actividad inmediata), adoptan la cómoda postura de cuestionarlo todo pero sin hacer nada. Con esa actitud se están posicionando, tanto antes como ahora, como el ala derecha de los movimientos sociales, cuando no como el ala izquierda de los movimientos reaccionarios. No están comprendiendo a su juventud, reduciendo su propia ideología “revolucionaria” a un artefacto senil, pretérito, impracticable, que no arrastra ni una pizca de la utilidad que pudo tener en el pasado.

Lo mismo le ocurrió a algunos de la “vieja guardia” libertaria con los jóvenes que protagonizaron el Mayo del 68. Eran incapaces de analizar una explosión social de ese tipo –que no habían organizado directamente ellos, sino la nueva generación militante– sin quitarse las lentes de sus planteamientos clásicos. Podían entender que las banderas negras volvían a las calles y reconocían que el interés por lo libertario estaba resurgiendo, pero eran incapaces de comprender enteramente el proceso, de sentir afinidad por unos jóvenes tan diferentes de sus antecesores y por un lenguaje completamente nuevo. Por eso trataban a los protagonistas de las luchas con cierto desdén y adultismo, considerando que su radicalismo se curaría con la edad2. Esto, aunque a la larga pudiera ser cierto, no es nunca una buena forma de acercarse a un proceso. Lo lamentable y paradójico es que muchos de los que participaron en el Mayo del 68 juzgan hoy a la juventud catalana con la misma severidad con la que se les enjuició a ellos entonces. Al final los jóvenes les dirán lo mismo que ellos dijeron en su día a otros censores: “[…] preferimos trabajar en acuerdo con centenares de revolucionarios que, sin llevar la etiqueta de anarquistas, lo son para nosotros mucho mas que ciertos burócratas”3.

En definitiva, hemos de huir de estas actitudes como de la peste. El anarquismo debe aprovechar estas situaciones para mostrarse práctico y resolutivo, como una opción de desbloqueo real en las reflexiones y en las calles. Ojalá todas las energías que se invierten en discusiones bizantinas sobre entelequias se invirtieran en desarrollar una hoja de ruta, un programa, entendible y asumible, que viniera a proponer cosas tan concretas como que los disturbios no cesarán hasta que no haya una amnistía que abarque no sólo a los presos del procés sino a todos los detenidos estos días (inasumible para el Estado español, pero al menos marca un objetivo) y se empezaran a generar las estructuras necesarias para mantener la tensión un tiempo indefinido. Si somos incapaces de generar algo tan “macro”, quizás sería interesante concentrarnos en diseñar una estrategia de objetivos concretos en las movilizaciones. Tomar un espacio, ocupar una institución, colapsar un recurso, como pasó con el aeropuerto de El Prat el primer día de movilizaciones, es un objetivo claro, con principio y fin. La dinámica de “barricada-carga policial-correr” y vuelta a empezar puede ser muy útil a nivel de aprendizaje y de generar músculo revolucionario, pero es muy difícil mantenerla durante prolongados períodos de tiempo. Los jóvenes que están en esto por ese aspecto lúdico que comentaba antes, abandonarán las calles cuando la cosa deje de ser “divertida”. Los jóvenes con compromiso político y los que se mueven por motivos sociales, sí seguirán ahí cuando la “novedad” se acabe, pero un movimiento no puede sobrevivir asumiendo un coste tan elevado a niveles represivos. Con una media de 30 detenciones al día (200 detenidos en 6 días) se corre el peligro de agotarse. Es por eso importante replantearse la táctica y la estrategia, en qué incidir y qué cambiar.

Y si no estamos para reflexionar sobre nada de esto, es importante que al menos estemos en las calles, que se note nuestra presencia, no renunciar a la propaganda por el hecho. Desde fuera puede parecer que carece de importancia, pero estar ahí, y no renunciar al discurso propio, es vital. Y lo he podido comprobar personalmente. De lo más pequeño a lo más grande, en cualquier momento puedes ahondar en un conflicto, radicalizar una situación, mostrar eficacia o experiencia. Tu comportamiento habla más de tu propuesta política y social que ningún discurso. Cuando un grupo de manifestantes se sientan y empiezan a entonar de nuevo el “som gent de pau”, es importante que una presencia discordante les recuerde que sentados invitan a que carguen y que dejan expuesta una zona del cuerpo tan sensible como la cabeza. Cuando los cánticos capacitistas y machistas se abren paso, es necesario romper esa dinámica e introducir consignas anticapitalistas o libertarias que sirvan de contrapeso. Cuando un grupo de jóvenes corren descamisados y a cara descubierta huyendo de las sirenas, es difícil que se olviden del militante anarquista que les hizo un tutorial in situ sobre cómo taparse completamente el rostro y la cabeza con las camisetas que colgaban de sus cinturas. Cuando los ánimos están inflamados después de cantar Els segadors, no está de más recordar a quienes te rodean que la letra de ese himno la compuso un antiguo anarquista llamado Emili Guayavents (1899) y que de ahí viene lo de: “com fem caure espigues d’or/quam convé seguem cadenes4 y disfrutar de cómo los pibes y pibas que te han escuchado empiezan a comentar el dato. Cuando un fascista se embosca para reventar una manifestación, puede suponer un cambio de perspectiva entre los presentes que sea un anarquista el primero en detectar la jugada y en expulsar al “agente provocador”. Todo esto, aunque apenas suponga una minúscula gota más en la corriente, es importante para alimentar el cauce y empujarlo fuera de las aguas mansas.

Lo repito: no estamos ante una revolución, ni estamos tampoco ante una lucha perfecta. Ninguna lo es, ninguna lo será. Los agoreros que en cada revuelta o movilización social denuncian que “no durará”, que “fracasará” o que “no es una revolución integral”, siempre tienen y van a tener razón. La tienen ahora con respecto a los disturbios de Catalunya, la tuvieron hace poco en relación al 15-M, la tuvieron hace mucho cuando hablaban del Mayo del 68, pero también la habrían tenido si hubieran estado vivos el 19 de Julio de 1936 y hubieran podido recorrer las calles de Barcelona. Todas las revoluciones y conatos de revoluciones que se han producido, a lo largo de la historia de la humanidad, o han fracasado o han sido traicionadas, y muchas de ellas han sido lo suficientemente parciales como para que el término revolución les quede, tal vez, demasiado grande. Los agoreros no aciertan porque sean unos “genios clarividentes”, lo hacen porque su horizonte analítico tiene, en realidad, la misma complejidad que la de recordarnos que todos vamos a morir5. La cuestión es si, conociendo esa obviedad, el alto porcentaje de fracaso, desmovilización y represión que nos espera, merece la pena moverse, tensionar la situación, ganar peso, experiencia y número de cara al futuro, llevar los acontecimientos hasta sus límites, luchar sin idealizaciones ni esperanzas vagas o, por el contrario, quedarse cruzados de brazos, criticando desde la distancia, y esperando a que nos llegue la muerte. Como decía Simone Weil: “no me gusta la guerra, pero en la guerra siempre me pareció que lo más horrible era la situación de los que permanecían en la retaguardia”6.

Al regresar de Barcelona una compañera del Sindicato de Inquilinas me preguntó: “al final, los que están en las calles, ¿quiénes son? ¿Son independentistas o son antisistema?”. Y le tuve que contestar lo que vi: son pueblo, simplemente pueblo, un pueblo que está empezando a perder el miedo. Esa es la verdad sobre las llamas de Barcelona.

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1 La táctica de la criminalización ha tratado, como siempre, de arrastrar a la gente por las tripas, y los medios no han parado de difundir las cifras del Ayuntamiento de Barcelona que estima en un millón y medio de euros el gasto por los contenedores quemados. La reacción de mucha gente ha sido la de no explicarse como un Ayuntamiento puede comprar a un precio tan elevado unos simples contenedores. ¿Se los compra acaso a Swarovski?

2 Para conocer más sobre el conflicto ideológico y generacional que supuso el Mayo del 68 dentro del movimiento libertario, es recomendable leer el capítulo (“1968. La revuelta antiautoritaria en Europa” pp. 219-246) que Octavio Alberola y Ariane Gransac le dedican a dicho acontecimiento en su libro El anarquismo español y la acción revolucionaria (1961-1974) (2004, Ed. Virus). En dicho libro también se explica que el desencuentro se escenificó ostensiblemente en el Congreso Anarquista de Carrara (Italia) de 1968. Para más información sobre dicho congreso y sus cuitas internas recomiendo el artículo de Luis Nuevo “Congreso Anarquista Internacional de Carrara de 1968. El anarquismo delante del espejo” para la Redacción de Noticias de Alasbarricadas.org (http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/40594).

3 Escrito de los editores de Noir et Rouge leído en el citado Congreso de Carrara, ibíd.

4 “Como hacemos caer espigas de oro/cuando conviene segamos cadenas”.

5 En realidad, nadie conoce la fórmula exacta para que una revuelta vaya a más y pueda amenazar con transformar verdaderamente las cosas. De hecho, es casi imposible de prever. Como explica Éric Hazan en el capítulo “Politización” (pp. 21-42) de su ensayo La dinámica de la revuelta (reeditado este mismo octubre del 2019 por Virus Editorial), ni siquiera el nivel de politización del pueblo es un factor clave para ello. Hubo momentos históricos en los que las revoluciones fueron más provocadas por el hambre y la desesperación que por la politización de las masas (Francia 1789, Rusia 1917), otros en los que politización confluyó con factores económicos y sociales (España 1936) y otros donde a pesar del alto nivel de politización no ocurrió nada a efectos revolucionarios (Italia en la década de los 70). La revolución es y será siempre un campo abierto a la experimentación, donde la historia sirve de pista pero no de brújula.

6 En H.M. Enzensberger, El corto verano de la anarquía, 1998, p. 170, Ed. Anagrama.

Precariedad laboral y violencia patriarcal: la parte no vista del espectáculo.

Como ya sabemos la autoridad se presenta de diversas formas en este sistema y, de las distintas redes dominación, obtiene un beneficio que favorece la estructuración del Estado y el capitalismo. Una de estas formas de dominación es el patriarcado en el cuál se establece una división de la población en base a un género impuesto y los roles y patrones de comportamiento asociados al mismo. De manera que así se puede obtener tanto beneficios de mercado como una mayor subordinación de la población al poder y a su vez un favorecimiento de la división del trabajo asalariado (aun que la capacidad de absorción de luchas por parte del poder ha logrado generar la imagen contraria de manera sutil).
El patriarcado permite la división del mundo en espacios masculinos y espacios femeninos, algo muy notorio en el ámbito laboral, por ejemplo, los puestos asociados a los cuidados, lo estético y organizativo se asocia al ámbito femenino mientras que los puestos que requieren de fuerza, maña o acción están asociados al ámbito masculino. Esta división viene predeterminada por los roles de género impuestos de manera que aunque puedan haber hombres o mujeres mezclados en estos espacios siempre hay una predominancia de unos u otros en función del espacio al que hagamos referencia.
En el mundo de los escenarios se observa una predominancia masculina sobretodo en puestos como; auxiliar de carga y descarga, riggers, técnicos… lo que da lugar a que este tipo de trabajos que ya son hostiles persé se le sume toda la carga patriarcal de manera que las mujeres en este sector no solo somos ninguneadas por la patronal, si no que además, somos ninguneadas por nuestros propios compañeros.
¿Cómo se manifiesta la violencia patriarcal en nuestros puestos de trabajo?
En primer lugar se tiende a considerar que las mujeres son menos aptas para el puesto de auxiliar de carga y descarga por lo que en diversas ocasiones los jefes en caso de necesitar cargas y descargas para otros puestos como son: camerinos, catering, limpieza… tienden a destinar a las mujeres de la plantilla. Muchas personas considerareis esto como una ventaja porque te libra de realizar uno de los trabajos que requiere más esfuerzo físico, sin embargo, no se tiene en cuenta que a parte de estar minusvalorando nuestras capacidades por el hecho de ser mujeres influye negativamente a la hora de trabajar más a menudo pues implica que en “estas listas opacas de llamadas para trabajar” no seas una de las personas que suelan llamar de manera más constante.
Como hemos mencionado anteriormente este ninguneo no solo viene dado por los jefes, si no que nuestros propios compañeros, muchos de ellos de manera inconsciente, nos hacen de menos, por ejemplo, muchos de de ellos consideran que tener a una o varias mujeres en su cuadrilla implica que haya una descompensación a la hora de llevar a cabo el trabajo; sin tener en cuenta la experiencia, fuerza o maña que pueda tener la propia compañera. También es muy común que el paternalismo esté presente durante la jornada de manera que en diversas ocasiones te encuentras con compañeros que debe ser que les apetece trabajar el doble y te quitan el trabajo que estés realizando para realizarlo ellos o inclusive gente que entra nueva en la plantilla pero que considera que por el hecho de ser hombre tiene más conocimiento y, por tanto, debe explicarte como realizar la tarea que a lo mejor llevas cinco años realizando.
También trabajadores que ocupan puestos superiores a los de auxiliar de carga y descarga, pero que no dejan de ser compañeros, tienden a considerar que las mujeres desempeñan el trabajo de peor manera… podemos destacar una experiencia de 4 compañeras de una cuadrilla que en el montaje de un festival recibieron por parte de los técnicos comentarios del tipo “no se para que estáis aquí” y otro respondiendo “bueno sí para alegrar las vistas”. Todo ello sumado a la precariedad que lleva implícita este tipo de empleos se le suma un mayor grado de hostilidad lo que genera, dicho por muchas de las compañeras, que hagan un mayor sobreesfuerzo para demostrar que están al mismo nivel que los compañeros restantes. Además diversas compañeras en ocasiones han vivido situaciones de acoso por parte de los empleados de seguridad. Y han recibido broncas por errores que han sido cometidos por toda la cuadrilla pero sus superiores aun mantienen esa mentalidad proveniente del patriarcado de que el grupo está descompensado.
Como trabajadoras y muchas de nosotras anarquistas estamos hartas de que al ninguneo que se da por parte de la empresa y la patronal se le sume a su vez el ninguneo por el mero hecho de ser mujer. Estamos hartas de tener que considerar un golpe de suerte que nos toquen compañeros que nos traten como iguales (cuando eso debería ser lo normal) y por supuesto estamos hartas de vivir comentarios y situaciones de acoso por parte de compañeros o superiores.
Para poder luchar contra la precariedad y esclavitud del trabajo asalariado debemos tener en cuenta las situaciones que viven nuestros compas y bajo ningún concepto callarnos.
Dejémoslo bien claro nuestra lucha es contra toda forma de poder y dominación , nuestro objetivo no es que juntos seamos más eficientes en nuestros puestos de trabajo… pero consideramos una clara necesidad cuestionar la autoridad en todas su formas de manifestarse.
CONTRA EL ESTADO , PATRIARCADO Y TODA AUTORIDAD
Mira també:
https://detrasdelescenario.home.blog

Manifest en suport a CAL SUÍS .

Masia popular autogestionada d’Esplugues

Arrel de l’incendi i les destrosses a Cal Suís (CS) el passat 14 de Març, ens trobem en un moment difícil per totes les que l’estimem i cuidem.

Aquesta tasca realitzada durant més de 15 anys, arrenca amb la reclamació de CS com un espai social pel barri, una promesa feta per l’Ajuntament d’Esplugues davant l’expropiació de la finca al seu últim propietari. Donat l’incompliment per part de l’Administració de la promesa realitzada, un grup de veïnxs, col·lectius i moviments socials, amb un gran suport de la lluita Contra el Pla Caufec, decideix okupar-lo al 2003. Tot i els reiterats intents duts a terme durant el període 2003-2005, mai es va regularitzar la situació de l’espai i, des de llavors fins avui, l’Assemblea de CS s’ha fet càrrec de la masia com a espai social de forma autogestionada, resistint contra l’abandonament i l’especulació.

Durant aquests anys l’hem donat vida una gran varietat de col·lectius, entitats i persones del barri de Finestrelles, d’Esplugues i d’altres pobles i ciutats del Baix Llobregat i el Barcelonès.

CS s’ha caracteritzat per donar cabuda a activitats amb una perspectiva intergeneracional i comunitària. Gràcies a la defensa i la cura de l’espai durant tots aquest anys s’han pogut afiançar projectes i experiències transformadores tant per Esplugues com per els moviments socials en general.

Després de l’atac, està sent tota una batalla per recuperar l’abans possible l’espai i les activitats.

En aquests moments ens trobem que l’Ajuntament d’Esplugues, en base al discurs de la seguretat, ens impedeix l’accés a més de la meitat de la casa. L’informe de les nostres arquitectes, visat pel Col·legi d’Arquitectes, mostra com l’afectació de la casa és lleu, i les obres de reconstrucció comporten el canvi de tres bigues de la cafeta (l’espai on va començar l’incendi),  en contraposició al que defensa l’Ajuntament que considera que s’ha de tancar més de la meitat de la casa.

Des de l’Assemblea de CS considerem que aquestes solucions són insuficients i que restringeixen l’activitat de l’Assemblea molt més del necessari.

Des de fa varies setmanes estem negociant la cessió i la reconstrucció l’espai amb l’Ajuntament I ens trobem dins d’uns ritmes administratius que obstaculitzen els ritmes propis dels col.lectius de CS.

El que ens està ajudant a seguir endavant és organitzar-nos de manera autogestionada i fer-nos costat, tant les persones de CS com les diverses individualitats i col.lectius se solidaritzen amb nosaltres.

Per tot això, les entitats sotasignants reconeixem el valor social de CS i exigim:

  • Que l’Ajuntament deixi de dilatar la recuperació de CS amb els seus ritmes lents, per així poder reempendre ho abans possible totes les activitats.
  • El reconeixement de l’informe arquitectònic de les arquitectes presentades per l’Assemblea de CS. La no obstaculització burocràtica del procés de reconstrucció i l’accés als altres espais de la casa no afectats per l’incendi de forma inmediata.
  • La signatura d’un conveni de cessió de l’espai a l’Assemblea de CS, de forma inmediata. En el qual es reconeix a l’Assemblea de CS com la responsable exclusiva de la gestió de la masia i les activitats que allà es realitzen.
  • Que la reconstrucció de l’espai sigui responsabilitat de l’Assemblea de CS amb els recolzaments dels col.lectius sotasignants i les persones afins.
  • Que es faci una investigació profunda dels fets i evitar que aquests queden impunes.

Assemblea de Cal Suís, abril 2019.

Justicia para Lily, respeto para sus compañeras, respeto para el secreto de sumario.

Nosotras, compañeras de Lily, siempre hemos sido conocedoras de la realidad de su sufrimiento, la hemos acompañado dándole apoyo y denunciando como los organismos que deben velar por que estas cosas no ocurran fallan, dejando a las personas desprotegidas. No obstante quienes han hecho público el suceso  han puesto en cuestión el trabajo de investigación a nivel judicial y policial y no han priorizado ni justicia para Lily ni castigo a los culpables. Nuestro silencio responde a la necesidad de hacer justicia, al respeto por nuestra compañera y a mantener el secreto del sumario y la investigación policial. Entendemos que la utilización de su muerte responde a intereses electorales y sensacionalistas, criminalizando a las prostitutas y sin preservar la intimidad de la víctima. Es una muestra de utilización tal que al filtrar la noticia tendrá  consecuencias contra quien se quiere proteger. Exigimos que no sea hable por Lily, ni por sus hijos,

El caso de nuestra compañera está en fase judicial y por lo tanto en secreto de sumario. Estudiamos responsabilizar judicialmente a todas aquellas personas que por acción u omisión, hayan obstruido una acción de la investigación en curso.

Como trabajadoras , como prostitutas libertarias exigimos respeto, que no se nos use para intereses indignos y más ante un caso tan grave y que la única voluntad de todas sea la de hacer justicia y respetar los derechos de las trabajadoras sexuales.

Putas libertarias

Associació Cultural el Raval